Como todo lo nuevo, blockchain provoca acalorados debates entre conservadores y visionarios.
Uno de los principales inconvenientes de blockchain es la tensa relación entre los usuarios habituales y los convencionales. Los criptostáticos se refieren a los recién llegados como hamsters y lemmings que esperan enriquecerse corriendo desbocados en la rueda de las criptodivisas, sin entrar en la filosofía que hay detrás del concepto. Hasta ahora, incluso las cosas más mundanas siguen siendo entendidas sobre todo por frikis. Comprar, almacenar y vender criptomonedas se presenta como un atractivo para los no iniciados, por no hablar de la situación jurídica de las criptomonedas, que cambia constantemente. Sin la suficiente experiencia, puedes simplemente olvidar la contraseña de tu monedero y perder tus monedas digitales para siempre.
Aunque las criptomonedas no tienen un «amo» en forma de bancos centrales, los reguladores intentan controlar la industria de las criptomonedas en sus jurisdicciones y hacerla comprensible. Sin embargo, hay algunos tristes ejemplos en la búsqueda de la sistematización. Por ejemplo, China ha prohibido completamente las criptomonedas en su territorio en 2021, incluso con fines de inversión. El exceso de regulación se justifica por el hecho de que, incluso en las cadenas de bloques públicas, todas las transacciones se realizan entre usuarios anónimos. Y aunque la ruta de la criptomoneda es computable, es casi imposible identificar al propietario de la cartera. Especialmente cuando se produce el llamado trueque: el comprador entrega al vendedor criptomonedas mediante transferencia periódica, y el vendedor entrega al comprador dinero real. Este esquema es una golosina para los defraudadores.
Naturalmente, no conviene a los reguladores, que intentan tomar medidas para la implantación masiva de KYC (know your client) – identificación antes de que una persona realice transacciones, y AML (anti-money laundering) – lucha contra el blanqueo de capitales. A esto se oponen desesperadamente los seguidores de Satoshi, que argumentan que cualquier desanonimización es contraria al espíritu mismo de blockchain. De ahí el principal inconveniente de las monedas digitales estatales: su carácter centralizado, que lleva a que el Banco Central pueda cerrar los monederos de los ciudadanos que no le gusten.